Written by: Destacadas Opinión Política

8M UNA VERDAD DESDE LA CARNE

8M una verdad. «La llegada de este día se precede puntualmente de cierto nerviosismo; también de una dosis de responsabilidad y mucha, mucha memoria. No se trata de una fecha más, no es sólo un motivo de fiesta y regocijo por los objetivos y metas alcanzadas; no es sólo un día para vestirnos de violeta y ocupar las calles que, sean reivindicadas de paso, también son nuestras. Es mucho más. 8M es identidad recuperada, es lucha librada y por librar; es cambio conseguido y por conseguir. Es voz en alto, sincera y revolucionaria.»

Cada 8M nuestros cuerpos y mentes son atravesados por las memorias de quienes ya no pueden estar.
Cada 8M nuestros cuerpos y mentes son atravesados por las memorias de quienes ya no pueden estar. ©Luis Salgado/ChakanaNews

Texto: Leyre Collazo Palomo

Cada año que pasa somos más las mujeres que nos encontramos, nos vemos y amamos en los ojos de otras compañeras mientras ocupamos un espacio compartido que nos pertenece y nos une. Cada 8M nuestros cuerpos y mentes son atravesados por las memorias de quienes ya no pueden estar, de quienes casi no tienen fuerza para hacerlo, y de quienes extienden su mano con plena sororidad para enseñar a volar a quienes les cortaron las alas.

Hoy, a las presiones archiconocidas que subyugan, sumamos más discriminaciones. Nos referimos a la gestión de una pandemia que ningunea los cuidados y aumenta la violencia de género. A nuevas-y viejas-guerras resultado del dominio más heteropatriarcal. Y, a crisis de diversa índole que exacerban la feminización de la pobreza en su más amplio sentido. Una situación que dibuja a la fuerza en el imaginario feminista, y bajo este marco del Día Internacional de la Mujer, la necesaria reformulación social, política y económica ante un contexto individualista y de consumo voraz.

Es, en consecuencia, urgente la transformación. Vital la sustitución de un paradigma patriarcal carente de equidad, heteronormativo y más fóbico que nunca. Gracias al fascismo practicante que copa parlamentos y derriba derechos humanos fundamentales, nos sumergimos en la reconquista y defensa de los mismos una y otra vez. Nos desangramos en la reapropiación de nuestros cuerpos y en la liberación de narrativas propias sin poder avanzar tan lejos como merecemos.

si no olvidamos aquello de que “lo personal es político”, podremos encontrar motivos suficientes para cuestionar y analizar nuestra historia
Si no olvidamos aquello de que “lo personal es político”, podremos encontrar motivos suficientes para cuestionar y analizar nuestra historia. ©Luis Salgado/ChakanaNews

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Por suerte, creada seguro, gracias a la fuerza que aúna el feminismo, convertimos en resistencia nuestras fragilidades. Ante las mil y una injusticias que atraviesan a mujeres racializadas, inmigrantes, indígenas, dependientes, con diversidad funcional o sexualidades disidentes, somos una. Nos acuerpamos en el sostén de los cuidados que nos abrigan, en la deconstrucción de los privilegios. También en la defensa de la vulnerabilidad que nos marca la piel y nos enfrenta al machismo, al sexismo, al colonialismo o a la mismísima barbarie capitalista.

Todas, bestias perennes del sistema que desgasta hasta la falta de aliento, y diría más, hasta la propia locura. Frutos de un mundo donde nuestra voz molesta y nuestra opinión se enmudece. Causas, entre las infinitas, que desplazan de la esfera pública y encadenan al hastío de lo privado a la mujer más empoderada. Aunque, si no olvidamos aquello de que “lo personal es político”, podremos encontrar motivos suficientes para cuestionar y analizar nuestra historia que, desde lo más doméstico, nace y se despliega dentro de estereotipos que asfixian como nunca.

Y en esas estamos, en mantenernos por un camino de aprendizaje continuo que nos permita ser desde las relaciones más profundas, la conexión con nosotras mismas: nuestros deseos y placeres, nuestra sexualidad. Cada vez somos más conscientes de nuestra agencia y rechazamos plenamente el paternalismo de un Estado que infantiliza y castiga con culpa y vergüenza. Cada vez desvelamos con más destreza los mitos y creencias preconcebidas al calor de la unicidad masculina que nos tildó de histéricas, objetos de violencia o, personajes secundarios. Ya basta, hemos despertado para ser libres.

LA MUJERES QUE FUIMOS

Son muchas las heridas desde las que nos resignificamos. Son demasiadas las fronteras en las que presentamos batalla trascendiendo leyes y naciones, adentrándose en la carne de millones de mujeres que, durante siglos, hemos sido como nos han dictado. Modelos de mujeres políticamente correctas asociados a unos rasgos de personalidad, a una apariencia, a comportamientos u ocupaciones concretas. Mas aún, a una identidad de lo femenino que sólo construye vida y cuidados para los demás y se yergue en una subjetividad definida por la valoración externa.

Vivimos en eternas dicotomías entre las que no existe ninguna posibilidad de puntos intermedios. Aún hoy escuchamos aquello de ser vírgenes e inmaculadas, constructo social donde los haya, cual material a estrenar. O, si por el contrario disfrutamos de nuestro cuerpo y decidimos gozar de él deseando, la puta nos acompañará siempre, fuera y dentro de la cama. Y así entre la buena y la mala, la esposa y la amante, y un extenso etcétera que hace insostenible tanto control.

Tampoco olvidamos la culpa, una losa que culturalmente hemos cargado como resultado de una herencia de pecado e impureza que nos cala hasta el tuétano de los huesos. Nos sentimos culpables hasta cuando somos agredidas. Algo que seguro nos resuena. Cuántas veces nuestra pareja se enfadó por no mantener relaciones sexuales o, cuántas veces te cambiaste de ropa por pensar que provocabas. En esos momentos nos recorre un escalofrío por la espalda, al pensar que quizás aquella minifalda, o aquella sonrisa o aquellas copas, fueron la causa.

Cuántas mujeres así lo hicieron por si llegaba su beatificación, cuántas soportaron injusticias por un reconocimiento que no apareció nunca.
Cuántas mujeres así lo hicieron por si llegaba su beatificación, cuántas soportaron injusticias por un reconocimiento que no apareció nunca. ©Luis Salgado/ChakanaNews

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Y no, “la culpa no era mía, ni dónde estaba ni como vestía. El violador eras tú” como cantan Las Tesis. El mudo se empeña en convertirnos en las responsables. En seres frágiles, pasivos y sumisos. Tanto, que aprendimos una indefensión que impide rechazar del insulto, la minusvaloración o cualquier vejación que mutila y deshumaniza poco a poco. Por qué se penaliza nuestra rabia, por qué defendernos no es natural. Esta cultura judeocristiana que nos arropa premia el sufrimiento, poner la otra mejilla antes que quejarse. En algún momento seremos recompensadas, dicen.

Cuántas mujeres así lo hicieron por si llegaba su beatificación, cuántas soportaron injusticias por un reconocimiento que no apareció nunca. Y, después de todo, el tiempo arrancó años de abnegada dedicación y cariño, mató aspiraciones y sueños. Todo resultado del sometimiento sembrado hace miles de años. De una socialización marcada por el cine, la música, la moda, el arte o la publicidad que ha diluido al amor y la sexualidad propias. Tanto nuestra cultura, nuestro lenguaje, como nuestra propia historia, han materializado la mayor violación jamás orquestada.

Han sido generaciones de madres y abuelas que sufrieron en soledad, y, casi sin poder evitarlo, se convirtieron en portadoras del legado más insidioso. De la necesidad de ser amadas y de complacer al otro a costa de todo. De dar sentido a la vida y ser felices gracias a un príncipe azul que destiñe la mayor parte de las veces. Qué daño nos ha hecho aquello de que “el amor todo lo puede”, y los cuentos que nos dibujaban como espectadoras del mundo, ajenas a su ciencia y tecnología, a su política, su ética o filosofía. Así que vuelvo a gritar en alto, ¡ya basta!

Nos cansamos de esperar. El feminismo nos insta a ser las protagonistas de nuestra propia historia, a encontrar nuestra voz propia y a entender que TODAS tenemos algo que aportar; mujeres de todas las condiciones deben expresar sus relatos y dirigir sus batallas. En un universo androcéntrico, reclamamos lo que es nuestro. Tierras, descubrimientos, saberes ancestrales, derechos, salarios dignos, cuidados y hasta nuestros propios cuerpos. Queremos manifestarnos, decirlo bien alto rompiendo el silencio, ¡somos la liberación del mundo y nada puede detenernos!

LAS MUJERES QUE SEREMOS

En este punto, cierro los ojos y puedo visualizarnos dentro de varios marzos. Puedo sentirnos renacidas, como si el universo hubiera implosionado de nuevo. Como si la energía que nos rodease fuese otra, capaz de crear y sostener en lugar de destruir y dominar. Puedo imaginarnos juntas, lejos de las guerras de poder testosterónico que no nos interesan ni representan. Donde las relaciones sean horizontales, de igual a igual, y el amor no se jerarquice. Donde todos los amores sean tan importantes que nadie pueda sentirse sólo, humillado o despreciado.

Por fin internalizamos lo que el patriarcado quiere de nosotras y dejamos de servirle. Coral Herrera, junto a otras enormes mujeres, lo desencriptan sabiamente, “(…) nos quiere celosas, monógamas, posesivas, amargadas, miedosas, con complejos e inseguridades y sumergidas en guerras románticas (…)”. Carentes de creatividad, descolectivizadas y sin apoyos mutuos que nos hagan más fuertes. Un sistema, en definitiva, codificado en masculino, capitalista y opresor a través de las normas impuestas por los costumbristas mandatos de género.

En un futurible cada vez más real, consecuencia de un movimiento que, además de teorizar reconociendo trampas mortales, es una fuerza colaborativa y social de mutagénesis, construiremos un lugar diferente, mejor. Desaparecerán las violencias contra las mujeres, métodos de control con precisión quirúrgica para manipular sin pudor mentes y almas. Tretas que nos convierten en yonquis del amor y de los ansiolíticos, en meros cuerpos sin voluntad, en objetos del disfrute ajeno sin conexión con nuestra intuición, nuestra naturaleza salvaje y poderosa.

El poder dejará de ser sinónimo de virilidad, ya no será masculinidad tóxica, rancia y arcaica que aprieta al mismo hombre que la practica inconsciente y frágil. Y el poder será colectivo, atributo y no propiedad privada de unos pocos. El poder será responsabilidad para cristalizar igualdad, desdibujar los márgenes por innecesarios y, a la vez, metamorfosis de la normatividad que aprieta y encasilla. El poder será la capacidad para crear otras historias fundacionales que tengan en cuenta las realidades sesgadas que han desplazado a la mitad de la población y que tiene voz propia.

Trabajamos, luchamos y nos organizamos sumando intereses, ensanchando un feminismo plural que busca “derechos para todas, todos los días” como anuncia hoy la comisión 8M de Madrid
Trabajamos, luchamos y nos organizamos sumando intereses, ensanchando un feminismo plural que busca “derechos para todas, todos los días” como anuncia hoy la comisión 8M de Madrid. ©Luis Salgado/ChakanaNews

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La noche eterna de muchas mujeres dejará de ser penumbra y frío porque la educación feminista alumbrará su camino. Será una realidad que protege del engaño, la dependencia y, sobre todo, del miedo más áspero y profundo. Temor a no tener valía, a no ser suficientes, a no ser, en definitiva, lo que alguien espera de nosotras. La oscuridad con la que tiñen golpes e insultos, de hombres e instituciones, se deshace a cada gesto que ama, cuida y ve a mujeres creer en ellas mismas. Nuestra autonomía es certeza y no una aspiración inalcanzable.

Ya no se venderán ni comprarán niñas y mujeres para su explotación sexual. Ninguna de ellas sufrirá maltratar su cuerpo por la excusa cultural que reconoce la sexualidad masculina como irrefrenable y desmesurada. Los feminicidios serán historias de miedo propias de mundos distópicos, así como los acosos o abusos sexuales. Nadie podrá forzar a una niña o mujer a procrear por ningún designio religioso o biológico, sólo se crea vida desde la libertad y la información. Abortar no será “pecado”, ni mucho menos un asesinato. La experiencia de maternar será elegida. Y desde luego, en caso de tomar tal decisión, no se tratará de una vivencia solitaria y desprotegida.

Trabajamos, luchamos y nos organizamos sumando intereses, ensanchando un feminismo plural que busca “derechos para todas, todos los días” como anuncia hoy la comisión 8M de Madrid. La tarea es interseccional y atraviesa vidas de mujeres que a cada paso dejan atrás abusos y precariedad. La idea sectorial de este movimiento queda rezagada frente a las alianzas que garantizan la cobertura del mayor número de identidades. Se crece con el movimiento LGTBIQ+, se combate el cambio climático o la brecha salarial, se apuesta por la sanidad pública y la educación sexual integral.

Integramos para reconstruir principios y valores no sólo para las mujeres, sino para todes. Y, en parte, ya somos esas mujeres y hombres que deseamos, los que conseguirán cumplir con el imaginario de un mundo sostenible y lleno de amor. Ya somos todes elles, o al menos, el comienzo de algo más grande que nosotres mismes. Piezas fundamentales de una nueva era que trae consigo estructuras y formas neófitas de estar y ser. Inscritas en algún lugar recóndito de la memoria, que permanecen latentes hasta ser soñadas de nueva, hasta hacerlas realidad otra vez.

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