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OPORTUNISMO POLÍTICO EN LA COMUNA, PAMBACHUPA Y LA GASCA

El oportunismo político en La Comuna, donde no deben tener ni idea muchos de los que se subieron a la camioneta de la Revolución Ciudadana una vez “ganada” su 1era vuelta, los que hoy han llevado su parte del pastel nacional. ¿Tendrá idea de esto que hoy relato, la prefecta Paola Pabón Caranqui?. ¿Tendrán idea de esto ciertos funcionarios del Consejo Provincial de Pichincha, que se presentaron a “ayudar” en la tragedia de este 2 de febrero, como si fuera un acto electoral?. ¿Como si fuera la convocatoria al levantamiento indígena del 2019 y que junto a los grupos Opus Dei y Cienciología estuvieron a la caza del sentimiento de los comuneros?.

Y no deben tener ni idea muchos de los que se subieron a la camioneta de la Revolución Ciudadana una vez “ganada” su 1era vuelta por el oportunismo político en La Comuna.
Y no deben tener ni idea muchos de los que se subieron a la camioneta de la Revolución Ciudadana una vez “ganada” su 1era vuelta por el oportunismo político en La Comuna. ©Franklin Jácome/Agencia Press South

Por Alfredo Pérez Bermúdez: Escritor, sociólogo, comunicador social, docente universitario e investigador de las ciencias y los saberes ancestrales

La Comuna de Santa Clara de San Millán, ha sido y es el eje de gran parte de la historia milenaria preinka e inka de Quito y el Ecuador. Si hay una evidencia clara y contundente de lo dicho, son los vestigios del sector de Rumipamba (antiguo convento de San Gregorio, hoy hospitales Metropolitano y de la Policía Nacional), entre muchos otros que cubren una extensa área del DMQ: San Juan, la hoy Av. Amazonas, La Carolina, Cotocollao, La Florida, girando nuevamente hasta el Pichinchay y cerrando en San Juan.[1]

Los habitantes del área señalada fueron los Kitu-Karas-yumbos, que en tiempos registrados como de humanidades anteriores (s. XII a.C. o más), vinieron siguiendo la ruta equinoccial del Sol. Todo ello para fundar al menos siete comunas (Ayllus) con sus propias formas de comunicación mítico-simbólica, de organización, producción y construcciones arquitectónicas. Y también con caminos para el intercambio productivo y cultural.[2]

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Durante crueldad de la colonia y la República, estos habitantes fueron desaparecidos y otros desplazados hasta lo que hoy es el Mercado Santa Clara, la Av. La Gasca, Pambachupa, las calle Humberto Albornoz y Bartolomé de Las Casas. Todo ello hasta centrarse en lo que fue el sector de El Arbolito en la calle Albornoz, bajo la Av. Occidental. La cual es vía de cerco o límite urbano para el bosque protector, tal como fue declarado en 1983 por el Municipio de Quito, tras los estudios de la Comisión de Ordenamiento Territorial de ese entonces.[3]

Hasta inicios del siglo XX, la Comuna de Santa Clara de San Millán fue desconocida como tal y el mismo proceso independentista fue diezmando el poco territorio que le quedaba a los habitantes ancestrales, hasta que en la época liberal, Eloy Alfaro (1911) le diera el reconocimiento de comunidad ancestral[4], luego regida por la Ley de Comunas de 1937 hasta la presente fecha.[5]

©Franklin Jácome/Agencia Press South

EL FACTOR POLÍTICO E INDIGNACIÓN

De modo que, visto este pequeño relato, el relato de la tragedia sucedida este 2 de febrero de 2022 no se lo puede tomar a la ligera. No es circunstancial, no es que en la Comuna de Santa Clara-Pambachupa-La Gasca, se ha dado un desastre infraestructural que a la larga se remediará. Aquí hay una tragedia humanitaria-cultural que dura siglos y que en esta ocasión ha revelado los signos del desarrollo urbano como un hecho depredador. Como un hecho en que el factor político tiene su signo de esa depredación.

De Motu proprio, el factor corporativo político ha jugado un papel decisorio en la historia de la Comuna de Santa Clara. Durante las últimas cuatro décadas he sido testigo de cómo se ha ido urbanizando el territorio comunal, para dar paso al deterioro ambiental y urbano, producto de las ambiciones políticas y económicas externa. Sobre todo las ambiciones municipales (la construcción del Teleférico es una de ellas). Pues cada cierto tiempo el mercado electoral hace su parafernalia cooptando a la ciudadanía del sector. Pues ellos saben del valor de esos votos.

Durante los 80 y 90, fue bastión de la corporación Izquierda Democrática, vista la expansión ciudadana. En ese lapso, se ofreció el oro y el moro, cumpliéndose en parte las ofertas. Todo ello bajo presiones políticas que daban paso a tomar el territorio como si fuera de nadie, prostituyendo la narrativa cultural, antropológica, sociológica. También destruyendo el ser del ser de la Comuna de Santa Clara de San Millán, la Kitu-Kara-Yumbo que cada agosto celebra su nacimiento como un hecho religioso, colonial.

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A finales del 2006 el correísmo hizo su cita desplazando a la ID. Cuando Rafael Correa Delgado aún no convocaba ni a veinte personas en el sur de Quito y su discurso era bien pobre en contenido, pero muy vivo en su lenguaje (eso se demostró en las sabatinas). Quien esto escribe le puso a disposición, a través de la dirigencia de La Comuna, a cerca de 5.000 familias para los objetivos electorales. De esto debe acordarse el verdadero ¿traidor o engañifa, cuentero? de la revolución en este históricamente devastado país.

Y no deben tener ni idea muchos de los que se subieron a la camioneta de la Revolución Ciudadana una vez “ganada” su 1era vuelta, los que hoy han llevado su parte del pastel nacional. ¿Tendrá idea de esto que hoy relato, la prefecta Paola Pabón Caranqui?. ¿Tendrán idea de esto ciertos funcionarios del Consejo Provincial de Pichincha, que se presentaron a “ayudar” en la tragedia de este 2 de febrero como si fuera un acto electoral?. ¿Cómo si fuera la convocatoria al levantamiento indígena del 2019? y que junto a los grupos Opus Dei y Cienciología estuvieron a la caza del sentimiento de los comuneros?.

La indignación me puede hacer decir pestes del proceso vivido en aquella época en que confiaba en la Izquierda “revolucionaria” que se acorraló en torno a la R.C. (Recuerdo las reuniones en el Chalet Suisse o en la casa de la Av. Shyris). Pero quiero terminar mi relato diciendo que los comuneros sí saben dónde poner el ojo. Tienen una larga experiencia en demandas locales y ofertas políticas externas y sabrán tomar la riendas de su propio destino, aún cuando sea devastador.

©Franklin Jácome/Agencia Press South

[1] Descartamos para el presente análisis otros sectores como Nono, Calacalí, Nanegalito, Tulipe, etc.

[2] Durante las construcciones de infraestructura: alcantarillado, agua potable, así como de viviendas, se han encontrado utensilios que datan de esos tiempos. Pero que ninguna autoridad cultural local y nacional, ha tenido la menor idea de investigarlo y valorarlo. Así que la Comuna de Santa Clara, no tiene 110 años de vida como dicen los medios de comunicación. A propósito de la tragedia de este 2 de febrero de 2022; “que mentira más grande la de los medios de comunicación” ha dicho el periodista Manolo Palacios desde Alemania, quien tiene serias investigaciones (no publicadas) sobre dicha comunidad.

[3] Para entonces ya había ocurrido el segundo deslave en el sector de la Comuna-La Gasca-Pambachupa (https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/opinion/1/pichincha-bosque-protector-de-la-ciudad) (soy testigo de ese hecho), tras el taponamiento y rellenos de las quebradas del sector, en “beneficio” de su urbanización, del “desarrollo” de la ciudad. El primer aluvión se había dado en 1975.

[4] https://www.uasb.edu.ec/publicacion/el-centenario-de-la-comuna-de-santa-clara-de-san-millan-924-id924/

[5] G. Andrade (2016). Las comunas ancestrales de Quito Retos y desafíos en la planificación urbanística. Corporación Editoria naciona, Quito-Ecuador.

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