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LA HERENCIA IMPERDONABLE DEL PROGRESISMO LATINOAMERICANO

Como es de conocimiento público, Iván Duque candidato de la derecha colombiana por el uribista Partido Centro Democrático ganó las últimas elecciones presidenciales en el vecino país. Más allá de los discursos demagógicos que todo proceso electoral mercantil promueve, la victoria de Duque es sin lugar a dudas la victoria de la visión económica más neoliberal, de la visión política más autoritaria y de la visión ideológica más conservadora de la sociedad colombiana. Para muchos políticos y analistas, Duque representa una tendencia fascista que implementaría un  régimen de terror y destrucción en el vecino país.  

Fotografía: Campaña Ivan Duque

Por Natalia Sierra

El triunfo de Duque consolida en el subcontinente una clara tendencia de la derecha latinoamericana, en clara articulación a los intereses más abyectos del capitalismo en su época tardía, caracterizado por su criminalidad, mafiosidad y brutalidad en contra de los pueblos, sus territorios y la naturaleza. Esta rearticulación de la hegemonía económica, política y sobre todo ideológica de la derecha latinoamericana abiertamente neoliberal, después de su derrota a fines del siglo pasado gracias a la alta movilización social, es posible por el fraude histórico protagonizado por el progresismo. En otras palabras, fueron los gobiernos progresistas los que prepararon el camino para la vuelta triunfante y legitimada  de la derecha latinoamericana.

Fue la traición del progresismo a las  luchas, resistencias y demandas de los pueblos la que consiguió  limpiar la cara de la derecha de sus crímenes económicos, políticos y jurídicos; de todas las  violaciones sistemáticas a los derechos humanos que cometieron durante sus sucesivos gobiernos. Las prácticas autoritarias y corruptas que los  progresismos instauraron como política estatal para garantizar los negocios extractivos del capital, son las que prepararon el camino para el regreso blanqueado de la derecha. Mucha de la jurisprudencia que el progresismo produjo será muy útil para los remozados gobiernos de la derecha, quienes aprovecharan de ella pero no tendrán que asumir su autoría, la misma que será endosada a la izquierda, hoy nuevamente demonizada como el peor mal para la sociedad.

La herencia del progresismo que los pueblos no pueden olvidar ni perdonar, es el lavado de cara ideológico a la derecha capitalista más radical, que la limpia de todos sus crímenes históricos.  Este imperdonable legado es el que hoy, entre otras cosas, se expresa en el triunfo de Duque en Colombia, quien usó al progresismo y su fraude histórico para asegurar su llegada a la presidencia, en base a la consigna ideológica de  «vencer la amenaza de la izquierda, y combatir la miseria que trae el socialismo del siglo XXI a Colombia». Retórica fascista que en el fondo plantea la guerra total en contra de todo intento de transformación social que busque más equidad, paz con justicia, libertad, defensa de los territorios, de los pueblos y de la naturaleza.  Gracias al nefasto legado progresista, hoy la derecha aparece nuevamente  como el ángel de la historia latinoamericana, enviado por la sagrada democracia liberal, a proteger a la sociedad de “los socialistas hijos del  demonio comunista”. La historia se repite nuevamente, ahora, como comedia. 

El problema de este discurso fascista es  que en la denominación de los socialistas hijos del demonio comunista  entran todos los pueblos, colectivos  y personas que se resistan a la salvaje avanzada de los negocios del capital en la región. De hecho, en todo América Latina y específicamente en Colombia los asesinatos de dirigentes campesinos, indígenas, de defensores de los derechos humanos y de la naturaleza que van en aumento, ahora nuevamente serán justificados a nombre de la democracia y la guerra en contra del comunismo. El progresismo nos regresó en la historia más de medio siglo,  todo lo que los pueblos logramos en el terreno ideológico para legitimar nuestras  luchas por justicia y libertad  nos lo han arrebatado en el juego perverso de los progresismos y la derecha.    

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