Written by: Opinión Política

ELECCIONES 2017: UN ELEFANTE EN LA HABITACIÓN

Caricatura: Toño Velasco

Elecciones 2017: Esta expresión describe perfectamente lo ocurrido entre los candidatos presidenciales en los últimos debates ante los medios.

Por Julián Martínez

La expresión “un elefante en la habitación” es regularmente usada para referirse a un asunto, hecho o situación de la que todos los participantes de la conversación están al tanto, pero de la que nadie quiere hablar. Esta expresión describe perfectamente lo ocurrido entre los candidatos presidenciales en los últimos debates ante los medios. El elefante en la habitación del que nadie quiso hablar en profundidad durante los debates tiene un nombre: corrupción.

En una campaña electoral muy fugaz, con sectores políticos fragmentados, y con el control de los organismos electorales, el resultado debiera ser una buena perspectiva para el binomio oficialista de Moreno y Glas. Liderar una competencia con 4 o más oponentes más débiles en recursos y partidarios debiera ser suficiente para ganar la elección. Pero en el momento más importante de la campaña salió a la luz el escándalo de corrupción de Odebrecht y los videos del exgerente de Petroecuador, Carlos Pareja Yannuzzelli (CAPAYA).

Estos escándalos de corrupción mancharon principalmente al candidato a vicepresidente Jorge Glas, quien ha sido el hombre fuerte en los sectores estratégicos desde el inicio del correato. La mala imagen de Glas lo precedía, tanto que no pudo optar por la candidatura presidencial que quedó en manos de Moreno. Es por ello que desde hace muchos meses todas las fuerzas del oficialismo se esmeraron en limpiar la imagen de sus candidatos, principalmente la de Glas, con nulos resultados a pesar de todo.

El primer remesón ocurrió a finales de 2016 cuando los investigados por los casos de corrupción de la empresa Odebrecht en Brasil decidieron allanarse a la reducción de pena por delación. Es decir, colaborar con la justicia con información a cambio de una reducción sustanciosa de la pena. En esta delación aparece involucrado el gobierno ecuatoriano: 33,5 millones de dólares en coimas habrían circulado entre 2007 y 2016. Tal como reconocen otros analistas, la estrategia obvia fue comprar tiempo con las acusaciones de manual: CIA, prensa privada, campaña de la derecha internacional en época de elecciones, acusar a la alcaldía de Quito y mostrar listas de personas involucradas en corrupción de períodos anteriores. Sin embargo, el escándalo siguió escalando y la presión de la opinión pública hizo entrar en escena la Fiscalía General del Estado. El ridículo “yo sí se” en informe del fiscal Galo Chiriboga ante la comisión legislativa y sus largas demoras en tomar cartas en el asunto solo han hundido más la imagen del gobierno.

Y tras cuernos palos: desde Miami llegaron noticias aún peores para el dueto oficialista. Aproximadamente 3 semanas antes de las elecciones, CAPAYA hacía públicas algunas declaraciones sobre los turbios manejos en Petroecuador y los sectores estratégicos en general. Nuevamente la reacción oficial no se hizo esperar y minutos después de publicados los primeros videos, Correa empezó a revelar correos privados vía Twitter. La desesperación se olía hasta en Miami. Nuevamente el manual que esta vez incluía a los hermanos Isaías supuestamente orquestando su regreso impune al Ecuador. Nuevamente el mísero rol del Fiscal dilatando la investigación y las intervenciones de Correa desmintiendo a CAPAYA solo han aclarado que la corrupción estaba enquistada dentro de las esferas más altas del poder.

No pudría negarse el carácter político (por el momento seleccionado para hacer públicos los videos) de las declaraciones sin pruebas de CAPAYA. Pero ambos casos caen en el peor momento posible para los candidatos oficialistas. Una carrera que parecía ser ventajosa empieza a ponerse cuesta arriba al final. Con las cartas así jugadas hasta este momento, es difícil prever el desenlace. Las encuestas durante el año pasado han demostrado su poca capacidad de predecir resultados electorales. Una cosa es segura: en caso de segunda vuelta, el oficialismo tendrá que hacer muchísimo más esfuerzo para ganar la elección de forma limpia. Será difícil dilatar mucho más las respuestas por casos de corrupción. Y eso sin contar con la muy probable pérdida de la mayoría absoluta en la Asamblea, lo que facilitará la fiscalización el próximo período. Es decir, va a ser difícil evitar hablar del elefante en la habitación.

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