Written by: Destacadas Política

JESSICA JARAMILLO: ME VIOLAN, TE VIOLAN … YA BASTA!

Jessica Jaramillo tiene 31 años. Desde los 16 años mostró su afición por la política, se convirtió en activista de las luchas sociales, pero específicamente en las que son por la defensa de la mujer. Decidió estudiar Derecho en la Universidad Central del Ecuador y así poder apoyar las causas de maltrato y violencia con ley en mano. Es una mujer de carácter fuerte, y se lo nota. En su forma de hablar, de pararse. Ella también lo sabe y gracias a esa fortaleza ahora sigue de pie. Por esas cosas de la vida, y que son muy difíciles de entender, el 8 de enero de 2015 su vida dio un giro: la violaron 2 hombres, de la peor forma: inició de forma vaginal, luego fue anal e incluso le obligaron a hacer sexo oral.

Jessica Jaramillo tiene 31 años. Desde los 16 años mostró su afición por la política, se convirtió en activista de las luchas sociales, pero específicamente en las que son por la defensa de la mujer.
Jessica Jaramillo tiene 31 años. Desde los 16 años mostró su afición por la política, se convirtió en activista de las luchas sociales, pero específicamente en las que son por la defensa de la mujer. Fotografía: ©Gianna Benalcázar/ChakanaNews

Ese día llegó a Esmeraldas. Estaba haciendo un trabajo de asesoría en el Municipio. Esa noche salió a merendar junto con un compañero de trabajo. Caminaban por Tonsupa y se percataron que a unos metros más atrás caminaban los dos hombres, pero no pensó mal, no daba la situación para hacerlo.

Durante su trayecto, un niño se les acercó a preguntar la hora. Jessica Jaramillo se detuvo. Sacó su celular del bolsillo y le dijo son 19:45. Los hombres que caminaban atrás los abordaron.Ella pensó “es un asalto” les dio su celular, los $10 que tenía, su compañero se sacó una cadena de oro, pero no fue solo eso. Ellos querían más, “se les notaba drogados”, estaban violentos, les llevaron hacia la parte de atrás del malecón de Tonsupa y pasó un patrullero, pero les amenazaron con cuchillo para que disimulen.

Hasta ese momento seguía creyendo que era un asalto. Quiso negociar con ellos. Les obligaron a seguir caminando en dirección a Atacames y llegaron a una vertiente de mar. Ese momento le dijeron que desactive el celular para que no haya registros de su ubicación y “nos obligaron a que les carguemos para que no se mojen”.

Su corazón ya le decía que algo andaba muy mal, que no era un asalto “normal”. Uno de los hombres sometió a su compañero mientras el otro le obligó a sacarse la ropa y a caminar desnuda. Llegaron a una pared, botaron al piso a su compañero, lo golpearon. En ese momento supo que la iban a violar y que debía dejarlo si quería sobrevivir. Lloraba. Gritaba. Pensaba en su familia, en su madre, en su padre, en su hermano y también se preguntaba por qué ella, si siempre ha defendido a las mujeres. La brutalidad incluyó mordiscones por todo el cuerpo y que le digan “así somos los hombres de Esmeraldas”.

Su compañero reaccionó en un momento en que los violadores quisieron cambiar de posición. Él pudo quitarles el cuchillo y corrieron. Ellos los seguían pero finalmente sus gritos de auxilio hicieron que paren. Estaban en una zona de terrenos baldíos. Una señora les acogió, le dieron una camisa. Quiso bañarla, pero ella, dentro del shock, le dijo que no, que necesitaban hacerse el examen médico legal. Mientras esperaban que llegue la Policía, el alcalde de Esmeraldas ya sabía lo ocurrido, pero su familia no. Ella no quería decirles por teléfono. Las autoridades “ordenaron un allanamiento” esa misma noche, hicieron detenciones y al otro día debió ir a reconocer a sus agresores, pero ninguno era.

La patrulla que llegó a buscarla no la llevó directamente al centro médico sino a buscar a los delincuentes. Finalmente la llevaron y antes de ser atendida salió del consultorio una niña de unos 5 años acompañada de su mamá. Le iban a dar penicilina pero como es alérgica le recetaron azitromicina. Solo eso. El protocolo de salud totalmente incumplido: no le dieron la anticoncepción de emergencia ni le derivaron a un centro médico público para que le den atención para los golpes y mordiscos y le receten los antiretrovirales.

Al otro día viajó a Quito. Jessica Jaramillo le pidió ayuda a una amiga psicóloga para que llame a sus padres. Se encontraron todos en el consultorio de ella. Se abrazaron. Su familia, en especial su madre, ha sido el pilar fundamental para continuar el camino hasta su recuperación.

Fue a la consulta ginecológica y compró la medicación que faltaba, pero menos los antiretrovirales, porque eso solo entrega el sistema de salud público. Fue a dos lugares en cada uno le tocó contar de nuevo su historia, pero no tenían la medicación. Hizo un escándalo y siete días después se la dieron.

¿Es justo el trato a la víctima, a la mujer que sufre una situación como esta? Definitivamente no. Se sentía muy mal, pensaba en la niña de 5 años que estuvo antes de ella y en que ella seguramente no tuvo nada, ni la medicación, ni el tratamiento indicado ¿Le habrán hecho las pruebas del VIH? ¿Habrá tenido atención psicológica?

Jessica Jaramillo se fue de viaje a Europa: a España a hacer un curso de estudios políticos y luego a pasear para superar lo ocurrido. Se decía que “no pasaba nada” y siguió con su trabajo, pero se agotó y reconoció algunos síntomas de un cuadro depresivo: mal genio permanente, nerviosismo, irritabilidad. Tenía ganas de bañarse 4 veces diarias y como le obligaron a hacer sexo oral, escupía todo el tiempo. Inició terapia y ahora se reconoce de nuevo. Se involucró con mujeres que han pasado por lo mismo, lo cual le ayudó mucho a darse cuenta que sus síntomas son parte del proceso de superación, no era la única que sentía lo mismo y eso le aliviaba. Con las armas que tiene asesora a estas mujeres a que busquen ayuda, a iniciar procesos legales, a buscar justicia.

Cuenta su historia calmada, aunque hay momentos en se le quiebra la voz, se le llenan los ojos de lágrimas. Admite que hay recaídas, pero está orgullosa y feliz de ser la mujer que es ahora, agradece con el alma tener a su madre junto a ella.

Ha seguido en su lucha por los derechos, pero ahora su objetivo es que lo que le pasó a ella sirva para todas, quiere que desde su caso se logren cambios. Esto la llevo a la CIDH en junio pasado y la ONU hizo tres observaciones al Estado ecuatoriano:

1.- Despenalizar el aborto en casos de violación
2.- Mayor control en centros educativos para evitar abuso y violencia sexual (específicamente por el caso de violación que estuvo implicado el padre del vicepresidente de Ecuador Jorge Glas)
3.- Que el Estado haga una intervención integral y seguimientos en los casos de violencia sexual.

Se sintió contenta de haber colaborado con un granito de arena. El siguiente paso es poner una demanda internacional. Espera hacerlo este mismo año. ¿Por qué? Para lograr un cambio en Ecuador, para que el estado deje de ser cómplice de los delitos, para que el Estado sancione e investigue. Desde enero de 2015, su caso no ha avanzado en el país, ni siquiera ha sido remitido a la Policía Judicial de Esmeraldas. Seguramente quienes la violentaron siguen haciendo lo mismo.

En Ecuador, según la Primera Encuesta de Violencia de  Género realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el 60,6% de las mujeres ha vivido algún tipo de violencia, es decir 6 de cada 10. El tipo de violencia más común es la psicológica que afecta a un 53,9%. Pero la que más aterra es que una de 4 mujeres sufre violencia sexual.

En medio de este contexto Jessica Jaramillo es un actor clave en la investigación que la Contraloría ejecuta sobre los informes de la muerte del excomandante Jorge Gabela, quien estuvo en contra de la compra de los 7 helicópteros Dhruv. Las autoridades ecuatorianas aseguran que el perito judicial Roberto Meza, encargado de determinar si su muerte fue producto de la delincuencia común o por causas inherentes a su trabajo, entregó dos informes. Sin embargo, Jessica, que en ese entonces se desempeñaba como coordinadora general jurídica del Ministerio de Justicia, recibió un tercer producto, en el que se determina lo segundo. Ella tiene la copia del acta- recepción del informe y los documentos que firmó para que se ejecute el pago de éste que era de unos $23.000.

Eso sí recuerda que todo lo relacionado con el caso Gabela reposaba en una caja fuerte por ser reservado.

Visited 39 times, 1 visit(s) today