Written by: Destacadas Opinión Política

DE CÓMO NOSOTRAS ORGANIZAMOS LA RABIA Y POLITIZAMOS LA TRISTEZA: LA LUCHA POR LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO EN ECUADOR

“El mundo retrocede, nosotras no” escribía Cristina Burneo en twitter, ante la negación de la Asamblea Legislativa de despenalizar el aborto en casos de violación.

“Iglesia y Estado, asunto separado”,

“Las niñas son niñas, las niñas no son madres” gritaban mis hermanas feministas en las calles del Ecuador

Aborto
Fotografía: ChakanaNews

Alejandra Santillana Ortiz[1]

¿Qué nos mueve, en medio de la diversidad de nuestras experiencias, a autoconvocarnos y exigirle al Estado y a la sociedad ecuatoriana, que la despenalización del aborto en casos de violación se apruebe porque es un mínimo de justicia, y recordarles que su negativa, muestra el enorme odio que nos tienen?

Nos mueve el deseo de permanecer libres y vivas; de que el mundo sea más justo; y de que todas, y no solo pocas, podamos cumplir nuestros proyectos vitales, plenamente.

Y nos volcamos a las calles, a pesar de ese desprecio que nos tienen.

A nosotras.

Nosotras que somos seres humanos

Nosotras que somos personas

Nosotras que sostenemos el mundo y la vida con nuestros trabajos no pagados

Nosotras que cuidamos la naturaleza y defendemos los territorios de la minería y el avance petrolero

Nosotras a las que el Estado no cuida

Nosotras que somos parte de lo que le queda de dignidad al país

Fuimos quienes todos estos años, a punte redes afectivas, colectivos, acompañamientos, asambleas, talleres, campañas, investigaciones, no olvidamos que el escenario de crueldad y misoginia en el que nos encontramos, fue establecido por el mismo correísmo en el Código Orgánico Integral Penal (COIP), ese que ahora pretende ubicarse en el lugar de la crítica al neoliberalismo morenista, pero que es el responsable de que se haya aumentado una causal para la penalización del aborto en el Ecuador: ser criminalizadas luego de haber sufrido una violación. Sabemos que en las elecciones del 2013, Alianza País obtuvo 100 de 137 curules, y que fueron esxs asambleístas los que impusieron su lógica sumisa para aprobar un cuerpo legal que no solo viola los principios constitucionales de laicidad y garantismo, sino que legisla injustamente sobre una realidad que no quiere ver: 11 mujeres son violadas cada día; 7 niñas son forzadas a parir producto de una violación a diario; y entre el 2009 y el 2016, 17.448 niñas menores de 14 años dieron a luz producto de una violación.

Han transcurrido cinco años desde que entrara en vigencia el COIP, Rafael Correa no es más el presidente del Ecuador, Alianza País ha pasado por una recomposición y ruptura interna, y Lenin Moreno, ex vicepresidente en el periodo correista es el nuevo mandatario. Se han firmado acuerdos con el FMI y pareciera que son más las diferencias que las continuidades con el gobierno anterior. Y sin embargo, el pasado martes 17 de septiembre, volvimos a sentir una furia, triste y profunda recorriéndonos la garganta, los ojos y las entrañas cuando por segunda vez, la Asamblea del Ecuador decidió mantener la condena y la tortura a las niñas, adolescentes y mujeres al negar la despenalización del aborto en casos de violación.

Y así como hace seis años cuando se aprobó el COIP en segundo debate, con mayoría correista; esta vez nosotras, tampoco olvidaremos a lxs responsables de este reiterado acto de crueldad extrema. No olvidaremos por ejemplo, a lxs que se fueron del país y se abstuvieron, a quienes no se jugaron a cabalidad por nuestras vidas, a quienes votaron en contra de la reforma. Están en la memoria de estos feminismos que hacen historia.

¿Y qué pasará con lxs cuatro asambleístas de Pachakutik que votaron en contra?, Ellxs se quedarán siempre en el lugar de la traición a los propios principios ideológicos y éticos que un día dieron luz a su movimiento. Permanecerán en nuestra memoria, y en nuestra rabia. Más aún para quienes hace casi tres décadas presenciamos el surgimiento de un actor potente y radical, que desacomodaba los cimientos del Estado nación, develándonos la persistencia de racismo y colonialidad en la sociedad ecuatoriana, e imaginando horizontes plurinacionales de transformación. Un movimiento que mientras ganaba las elecciones de gobiernos locales para democratizarlos, y frenaba tratados de libre comercio, se sumaba activamente a la campaña por la despenalización de la homosexualidad en el país, constituyéndose en un movimiento-proceso que acogía un sin número de luchas por la justicia social y la vida digna.

Es por eso, que la votación de lxs asambleístas de Pachakutik, sintonizada con los valores e intereses de las élites opus dei y de lxs progresistas conservadorxs, de los patrones y terratenientes; nos muestra que la vida de las mujeres y más de las jóvenes, de las más empobrecidas, de las afros e indígenas, no tiene para ellxs, ningún valor. Su votación contra la despenalización del aborto, se inscribe en una cultura de la violación que se inaugura con la Conquista española y que se naturaliza posteriormente en las haciendas a través de la huasicamía y la servidumbre. Y es que votar contra el derecho a que las mujeres puedan decidir si quieren interrumpir un embarazo luego de haber sido violadas, es votar a favor de una nefasta herencia colonial.

Aborto
Afiche posteado en Facebook y Twitter

Ese es el tamaño de su traición.

Lo que estxs asambleístas colocan en el centro es el cálculo electoral que establece la política de lo posible, esa que no da paso a la esperanza como motor de la energía colectiva, ni permite imaginar horizontes utópicos que no estén determinados por el Estado, su reforma y los marcos de la tecnocracia. Y es que si hay algo que podría potenciar un diálogo político entre los feminismos y el movimiento indígena, es la configuración de comunidades políticas que no pongan en el centro y como prioridad, las formas estatales.

Sin embargo, quedarnos en la lógica de señalamiento, útil para reavivar la ira, pero estéril para comprender lo que acontece; es finalmente no dar cuenta de los profundos cambios que le asisten a la sociedad ecuatoriana y a sus fuerzas sociales y políticas. Pensemos por ejemplo que el accionar de lxs asambleístas del PK, es expresión de la crisis política del movimiento indígena, pero también del campo popular; de la ausencia de dirección política de Pachakutik nacional, pero también de movimientos sociales capaces de hacer cumplir el mandar obedeciendo; de la separación orgánica entre Pachakutik y la Conaie, así como de la distancia entre los movimientos sociales y sus propias bases; de la transformación ideológica y material de de su población, pero también del proyecto neoliberal y de modernización capitalista que estructura al Ecuador. Es así que, la ruptura con ellxs es la fractura con una sociedad que nos dice permanentemente que nuestras demandas son secundarias, aplazables, no históricas; y con un Estado que nos usa como incubadoras de fuerza de trabajo, para mantener un gobierno que controle nuestros cuerpos, y así controlar la vida.

Frente a esa lógica, nosotras, las siempre incómodas de la historia, con el corazón quebrado por tanta injusticia, politizamos la tristeza juntas, y organizamos la rabia entre todas. Y es que quizás lo que desató este 17S, y que se sintió el viernes 20 de septiembre en las movilizaciones autoconvocadas, es la posibilidad nuestra de que reelaboremos lo colectivo, sin victimismos, ni superioridad moral, sin monopolizar la representación de la lucha, sin reproducir la política en masculino, ni la que instaura la forma estatal burguesa. Tal vez, este es un momento que alumbre otras formas de hacer política feminista, y amplíe la composición de clase y las demandas del movimiento, en donde ensayemos caminar juntas en pluralidades sin jerarquías, sin esquemas a priori, ni expertas y voces autorizadas, ni marcas, que combinen la experiencia de las que han abierto camino y los nuevos lenguajes y formas de habitar la política de las más jóvenes. No lo sé, pero podríamos hermanas, quizás intentarlo, y convertir esta tristeza y esta rabia, en un conjuro potente contra el patriarcado.

#SeráLey

#MareaVerde

[1] Feminista de izquierda, forma parte de Ruda Colectiva Feminista de Marea Verde Ecuador y de la Coalición Interuniversitaria contra el Acoso Sexual, de la Asamblea Feminista de la CDMX y del Foro Feminista contra el G20. Es investigadora del Instituto de Estudios Ecuatorianos y del Observatorio de Cambio Rural, pertenece al Grupo de Trabajo de CLACSO “Estudios Críticos de Desarrollo Rural”, así como a la Cátedra Libre Virginia Bolten Construyendo Feminismos Populares en Nuestra América y al Gender Economic and Ecological Justice de DAWN. Actualmente realiza su doctorado en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México. Guayaquil, Ambato, Loja, Portoviejo, Ibarra, Santo Domingo, Riobamba, Lago Agrio, Cuenca, Quito. Marchamos todas, caminamos juntas.

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